Era un día sábado de octubre del 2011, por
la mañana. Tenía que salir a mis clases de maestría a Trujillo. En
ese momento viene mi sobrino Diego y me pide que le ayude a cruzar la pista par
a ir a casa de un amigo. Rápidamente salgo con él y se me ocurre dejar la puerta de mi casa junta ; además dejé mi
lindo celular cargando sobre el mueble en mi sala. Salí muy apuradita, como siempre, a cruzar a mi
sobrino. Lo vi seguro al otro lado de la pista y de inmediato regresé a mi casa que se encuentra a unos escasos 50 metros de distancia. En el trayecto
me crucé con un muchacho de piel morena, cabello rapado, vestía una polera con
capucha e iba con las dos manos dentro del bolsillo… Me crucé con él pero
sentí algo extraño y aceleré el paso. Entré a casa y la puerta……………estaba entreabiertaaa.
El corazón me palpitó más rápido. Dirigí mi mirada alrededor de la sala y
busqué el celular y sólo vi…………………………………………………………………..............................
el cargador colgando y aún enchufado. Pensé que lo había dejado en otro
lado de la casa y empecé a buscar como locaaaa por toda la casa, así me hacía tarde. Opté por llamar a mi número de
mi teléfono fijo y………………………………………………………… apagadooooo, señal clásica. No lo
aceptaba, me resistía a pensar que me habían robado en minutos en mi propia sala.
Finalmente, lo acepté con un gran dolor en mi almaaaaaa, me robaron mi lindo Sony
Ericsson. Todo se derrumbó ese día para mí. Nunca me sentí tan triste, pero me
tocó. Lo mejor, tenía exposición ese día y la función tenía que seguir.
Mi mayor lección es no dejar entreabierta mi puerta,
ahora tengo protector jajajaja y la otra enseñanza es que tengo la lista de mis
contactos en una libretita por si acaso.
Fecha máxima de publicación: Domingo 17 de noviembre de 2013.